Quise silenciosamente, desde lejos y muy de cerca, de manera discontinua y de forma inacabable, románticamente y de forma cruda y fría… aunque nada es evidente en eso del querer: no hay procedimientos ni tácticas, uno quiere y ya… pienso yo. Y entre querer y amar me di cuenta, por primera vez, que no eran la misma cosa, que todavía había algo furtivo que debía conocer… pero al menos estar enterada era una buena forma de comenzar.
En secundaria quise en secreto a algunas personas que nunca me notaron, pero no importaba, porque yo no quería que lo hicieran, y porque primero tenía que saber cómo era eso de amar de verdad. Me limitaba a ver a otros quererse sin atreverme a nada aún.
Todos mis ensayos de amor no eran correspondidos, y eso era desolador, pero siempre podía haber un ‘nuevo proyecto’. Pero aquellos que buscaban ser proyectos a la fuerza siempre eran rechazados: “mal aliento”, “fuma”, “egoísta”, “demasiado inmaduro”…"es un hijoputa" (etc). Que se le va a hacer. No era mi tiempo.
Hasta hace poco, entre llantos acumulados por desamores y experiencias de infancia me regía por el siguiente silogismo:
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miércoles, 17 de junio de 2009
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